
Y pasaron años, pasaron siglos, pasó un milenio, y es cierto que la gente se queda con las explicaciones de los eruditos instruidos en estas materias, pero en el fondo aún permanece esa sensación de que lo que les tocó hubiese sido por designio supremo. El volcán recibe características humanas y se le personaliza y se le trata como un “alguien” y no como un “algo”. Esto que suena absurdo, tiene características folklóricas y no sería raro que se volviese a esas costumbres de ofrendas a la tierra habitada. No podemos olvidar que la tierra está viva y quizás quien sabe, hasta esté conciente, y en ese caso, debiésemos tener miedo por las heridas que le hemos ocasionado.
En un comics, uno puede plasmar en una imagen, un pillán emergiendo desde el magma incandescente de un volcán. Una figura de fuego con poderes asombrosos que arrasa con sembradíos, casas y formas de vida. En fin, una distorsión que perdura en el inconsciente del hombre común. No sería raro que se le ofreciesen ofrendas y hasta sacrificios a los Dioses para apaciguar su furia, porque no podemos olvidar que la historia demuestra que estos actos se han hecho desde la antigüedad y que cuando no podemos quedarnos tranquilos con lo que los eruditos nos dicen, buscamos y hacemos cualquier cosa para apaciguar la ira de los dioses.