martes, 5 de agosto de 2008

Héroes olvidados por favor vuelvan.


Siempre se piensa que los héroes son solo quienes ostentan algún busto empinado en alguna plaza de renombre, y a quienes el registro histórico los ha salvado del lánguido y mordaz olvido. Pero cuantos héroes han quedado perdidos en el anonimato. Quizás, y con esto tan solo estoy especulando, hemos dejado bajo la alfombra a muchos y muchas que se rompieron el lomo para que hoy detentemos con liviandad nuestro orgullo de sabernos chilenos.
Hoy en día se manosea la frase de que “más que nombres se necesitan hombres” (la cito textual, y por eso no quiero que se malentienda, ya que no pretendo dejar de lado al género femenino), y es en referencia a esa frase que abogo porque el ciudadano común rescate desde el fondo del cruento olvido a todos quienes murieron en el frente de batalla dando la cara, y no solo dando órdenes desde sus cómodos pupitres.
Se dice que la historia la hacen los pueblos. El pueblo, no debe estar circunscrito a alguna ideología en particular. No obstante, es claro que el pueblo desde su origen y esencia ha perdido la capacidad de luchar por sus deberes y derechos. Se han perdido por el momento los cojones para luchar de cara a la rutinaria vida, de tener un punto de inflexión en nuestra mancomunada sociedad. Hemos dado pie a que se nos absorba como un todo, y eso que actualmente somos más personalistas que antaño. Ya nadie levanta banderas de lucha para hacer frente a los adversarios comunes. Nadie quiere asumir es tipo de rol, y muchos a quienes les llega simplemente lo despojan de sí mismos. En ese tipo de raciocinio existe algo de razón. Hoy son pocos los que se apasionan por ideales de manera correcta. Esto lo digo porque las luchas no se libran en un campo de batalla lanzando piedras sino que se deliberan en nuestra mente, porque siempre la sapiencia es el mejor aliado para resolver los problemas.
Más aún, pareciera que como no hay líderes con la impronta histórica de antes, cualquier persona es levantada de un día para otro como símbolo de nuestras des venturanzas, y de la misma manera los bajamos buscando a otro que sacie y refleje en parte nuestras carencias.
Que pensarían aquellos que dieron lo poco y todo lo que tenían para que hoy juguemos a la guerrita. Aquellos que salieron un día de su casa despidiéndose con un cálido beso de su esposa e hijos, con la promesa ilusoria de un pronto reencuentro. Hubo otros, que ni siquiera tuvieron la chance de despedirse porque quizás no tuvieron el tiempo necesario, o en el peor de los casos no tenían de que o quien despedirse.
Todos ellos merecen un reconocimiento por más tardío que fuera, aunque pienso que a todos esos héroes anónimos les daría lo mismo este tipo de protocolos que ensalzaran sus nombres con placitas y ornamentaciones, tan solo querrían que los paisanos actuales ofrendaran su esfuerzo y sacrificio con un más arraigado sentido de compromiso con su patria.
Héroes vuelvan.